Relatos de dos colombianas muy cerca al conflicto en la franja Gaza

Cuando Andrea Venegas y María Teresa Vázquez llegaron a Israel desde su natal Colombia, no era un conflicto lo que tenían en mente.

Hoy tienen no poca experiencia al respecto, pues viven con sus esposos israelíes en una de las localidades que han sido más hostigadas por los disparos de cohetes y morteros desde la Franja de Gaza.

María Teresa llegó al país hace 18 años y la vida la condujo hasta el kibutz (granja comunal) Ein Hashlosha –muy cerca de la frontera con Gaza– fundado en 1950 por entonces inmigrantes de Uruguay y Argentina, e israelíes nativos.
En el lugar conoció a Ruben Negvi, que había llegado hace 64 años de Argentina a Israel y hoy es uno de los veteranos del kibutz.

De su unión nació Hila, una jovencita de 15 años que habla un español fluido con acento “sabra” (israelí), y aclara que es “colombiana israelí”.

Hace seis años, Andrea decidió partir de Colombia para visitar a María Teresa, su tía. El viaje serviría, pensó, para trabajar un tiempo como voluntaria en el lugar y, así, adquirir una experiencia de vida. Allí Andrea conoció a Tomer Glass, un joven “sabra” hijo de uruguayos y nacido en Ein Hashlosha, con quien se casó.

El ambiente pastoral y tranquilo de este kibutz choca con los relatos de estas dos colombianas, que hablan con dolor de lo que se vive en el país que eligieron como su nuevo hogar.

“La verdad es que fue bastante difícil vivir este conflicto”, dice Andrea a EL TIEMPO al referirse a la más reciente escalada de violencia entre Israel y las facciones palestinas armadas, entre ellas Hamás. “Ya he estado en tres conflictos (en las operaciones Plomo Fundido y Pilar Defensivo), pero este (Margen Protector) rompió con todas mis fuerzas”, señaló.

Andrea explica que, aunque la intención es proteger el kibutz, la ubicación tan cercana de unidades del ejército agrava lo difícil del diario vivir, por el ruido constante de artillería.

Ella no tiene dudas de qué fue lo que más la asustó: “El asunto de los túneles nos dio mucho miedo... pensar que alguien puede salir de abajo de la tierra para atacar”.

Al preguntar cómo se lidia en lo personal con esta situación, su resumen es claro: “Aunque estamos bien físicamente, emocionalmente uno llega a un límite y se pierden todas las fuerzas”.

Su tía María Teresa destaca otro aspecto: “Yo sentí, más que todo, mucho pesar por las víctimas. Sé que Israel está protegido, que Dios lo guarda, que por eso tuvimos suerte y varios milagros cuando caían los cohetes y morteros... pero sentí mucha tristeza por las víctimas de allá y acá”.

Y en esta situación, la pregunta es si uno puede llegar a sentirse en casa en un país donde también hay peligro. “Yo considero a Israel mi hogar, en especial la zona en la que vivo, que es un paraíso cuando hay tranquilidad”, dice Andrea.
“Hay que estar de este lado, cerca de la Franja de Gaza, para sentir lo que se siente en ambos lados. De ambos lados hay sufrimiento y quedan secuelas psicológicas. Ambos lados sufrimos”, asegura.

Por su parte, Tomer cree que a pesar de que se sabe que hay un conflicto, aún cree en la posibilidad de paz. “Todos tienen que creer en la paz porque si no, no va a haber paz (...). Ahora va a ser muy difícil, pero hay que creer, siempre hay que creer”.

EL TIEMPO
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