Hasta hace pocos días
era un hombre completamente desconocido para la opinión pública. Sin embargo,
en la noche del 31 de agosto varios sicarios entraron en la vivienda de Luis
César Plata, en el municipio de Soacha ,
y le dispararon. Sobrevivió y sus familiares lo trasladaron a un hospital,
mientras el escándalo crecía en el país. La causa: se trata del vicepresidente
de la UP en esa localidad vecina de Bogotá.
Pocos minutos después
dirigentes políticos como Aida Avello , Gustavo Bolívar y Alirio uribe alertaron del hecho en diferentes redes sociales, y algunos
recalcaron que el ataque formaba parte de un nuevo exterminio de dirigentes de
la UP.
En tono enfático
reclamaron a la fuerza pública y al propio presidente Ivan Duque por lo ocurrido, y mencionaron a los grupos paramilitares como
responsables. No sabían que las pesquisas de la Policia indicaban
que el atentado contra Plata nada tenía que ver con su militancia política. De
hecho, habría sido la consecuencia de una historia aterradora: en realidad, la
hija menor de edad de Plata contrató a los sicarios para vengarse porque el
dirigente de la UP la violó y cometió contra ella todo tipo de vejámenes.
Todo esto empezó a
quedar al descubierto la misma noche del atentado, gracias a la prioridad que
recibió el caso por tratarse de un líder social. Las autoridades destinaron al
mismo a un nutrido grupo compuesto por varios investigadores de la Dijín, la
Dipol, la Policía de Cundinamarca ,
la Regional 1 y la Fiscalia General
Todos ellos quedaron
desconcertados al advertir que cuando la menor de edad llegó al hospital, quedó
desconcertada y visiblemente molesta cuando le informaron que su padre estaba
vivo y fuera de peligro.
Al día siguiente,
varios miembros de la comunidad les contaron a los investigadores que Sneider
Caicedo, alias Niño, había participado en el atentado por motivos personales.
Los uniformados lo ubicaron y, 48 horas después, lo arrestaron. El hombre
confesó que él había participado en el atentado junto a un secuaz llamado
Alexánder Parra, alias Pepo, jefe de sicarios. Pocas horas más tarde capturaron
a este último.
Los dos reconocieron
ante la Fiscalía haber entrado en la vivienda y haber disparado contra Plata.
Contaron que una semana antes del atentado la hija del dirigente de la UP los
había buscado por intermedio de una amiga de ellos y les contó que su padre la
había violado. Sin pensarlo se ofrecieron a asesinarlo.
Con estos datos los
investigadores buscaron a la menor y la llevaron ante un juez del Centro de
Atención Integral a Víctimas de Abuso Sexual, Caivas. Allí contó que una semana
antes del atentado, el sábado 24 de agosto, llegó a la casa en donde vivía con
su padre. Esa tarde, durante cinco horas, abusó sexualmente de ella y la
sometió a todo tipo de vejámenes. Al final, dijo la niña, el hombre la obligó a
lavar las sábanas y toda la ropa para tratar de borrar cualquier tipo de
evidencia. Después salió a beber. Dijo que entre lágrimas y rabia buscó a una
amiga para que la llevara donde los sicarios. Con ellos acordó que la noche del
atentado ella saldría de la casa y dejaría la puerta abierta para facilitar la
labor de los asesinos, como en efecto ocurrió.
Con estas tres
contundentes confesiones, menos de cuatro días después del atentado la Fiscalía
emitió una orden de captura contra Plata por el delito de acceso carnal
violento agravado. Para ese momento Plata tenía un robusto esquema de seguridad
con dos camionetas y seis escoltas. Estaba en un hotel y preparaba su viaje a
España para buscar un asilo. Gracias a la rápida investigación, hoy está en la
cárcel La Modelo. Quienes rabiosamente lo apoyaron guardan silencio en este
aberrante caso de una supuesta víctima que terminó siendo realmente un
victimario.