Cuando se creía que las
pruebas científicas de ADN practicadas al cadáver de la comerciante Esperanza
Castro Quintero, esclarecería el homicidio, el caso quedó de nuevo en la
incertidumbre. El preparador de cadáveres, el principal sospechoso, quedó libre.
El cadáver fue encontrado en su vivienda en este sector del barrio Los
Guaduales en el norte de Pitalito. Siete años después sigue sin aclararse.
El cadáver de la prestamista Esperanza Castro Quintero fue
encontrado en el patio de su vivienda en el barrio Los Guaduales de
Pitalito, tres días después del fatal desenlace.
La mujer tenía los pantalones debajo de los glúteos y registraba
múltiples abrasiones ‘post mortem’ en las nalgas. La
comerciante, de 52 años, presentaba una lesión occipital ocasionada con
arma contundente, según el reporte forense.
“La herida le causó la muerte en forma instantánea”, apuntó un
funcionario judicial en el acta de necropsia.
El crimen ocurrió el 2 de diciembre de 2011 en su residencia localizada
en la calle 8 con calle 14 en el norte del Valle de Laboyos. Sus
parientes encontraron todas sus pertenencias, sus joyas y dinero. Solo les
llamó la atención el desorden que registraba la carpeta donde guardaba las
letras de cambio que le firmaban sus clientes habituales.
Había 28 pagarés y entre ellos no figuraba la letra de cambio que le
firmó tres meses antes Hermes Trujillo Pinto, el preparador de cadáveres.
“La víctima vivía sola y la última persona con la que compartió fue con
Hermes Trujillo Pinto, amigo de la occisa y quien además, le adeudaba un
dinero, ya que se dedicaba al préstamo de dinero a interés”, aseguró el
informe de la Fiscalía 24 Seccional que adelantó la investigación.
En el mismo informe se dejó consignado que Trujillo Pinto, empleado de
una funeraria, habría sido posiblemente el victimario.
Según el fiscal, el acusado ingresó sin problemas a la vivienda por la
familiaridad que mantenía con la comerciante. Y supuso que por las
características en que fue hallado el cadáver hubo un “conato de agresión
sexual”.
Las heridas superficiales que presentaba Trujillo Pinto, habrían sido
causadas por la mujer al tratar de defenderse de la agresión sexual.
El supuesto agresor señaló que los rasguños que registraba en varias
partes del cuerpo fueron ocasionados por una teja de zinc en un accidente
doméstico. Sin embargo, las escoriaciones, aunque coinciden con la fecha del
crimen, registran distintos estados de cicatrización, opinaron los
expertos.
La captura
El sospechoso fue capturado 14 meses después en una vivienda del barrio
Villa del Prado. Una vecina de la víctima, lo vio salir de la casa el día en
que ocurrieron los hechos y lo delató.
La hermana de la víctima corroboró las sospechas el mismo día del
sepelio y no dudó de su eventual participación en el crimen.
Las audiencias preliminares se realizaron el 9 de febrero de 2013 ante
el Juez Único de Oporapa que estaba de turno. El funcionario le impuso medida
de aseguramiento con detención carcelaria.
Nueve meses después, el 24 de julio, la Fiscalía presentó el
escrito de acusación ante el Juzgado Penal del Circuito de Pitalito.
Los residuos de tejidos blandos encontrados en las uñas de la víctima
resultaron idénticos a los obtenidos del cabello del sospechoso. La
prueba de ADN fue la clave para la captura. Sin embargo, no fue suficiente para
lograr la condena.
Inesperadamente, cuando se creía que el caso estaba esclarecido, el
Juzgado Segundo Penal del Circuito dictó el 19 de febrero de 2014, un fallo
absolutorio.
Las pruebas
Según la Fiscalía, Trujillo Pinto fue llamado a juicio por el ADN
hallado en las uñas de la mano derecha de la víctima, cuyas trazas
correspondían al acusado, quien además, presentaba rasguños en el rostro,
manos, brazos, abdomen y en el flanco abdominal.
Los otros dos elementos que reforzaban la hipótesis: el detenido era
amigo de la occisa, aparentemente tenía una relación sentimental secreta
y era deudor.
Un biólogo contratado como perito indicó que existía una probabilidad
de 514 millones que dos individuos escogidos al azar coincidieran en la mezcla
del material biológico sacado de las unas de la occisa.
También señaló que podría existir transferencia por el simple
roce del material forense examinado, incluso en la ejecución de la
tanatopraxia, técnica de conservación temporal de los cadáveres, práctica a la
que se dedicaba el acusado.
Trujillo Pinto, empleado de la funeraria ‘Los Olivos’, fue el encargado
de preparar el cadáver de la prestamista. Le ayudó Oscar Artunduaga.
El acusado limpió las manchas de tinta que notó en las uñas de la
difunta. Lo hizo con alcohol e hipoclorito, sin usar guantes. Este
procedimiento explicaría la presencia del material genético encontrado en las
uñas de la difunta.
Inesperado giro
Trujillo Pinto fue absuelto por pura duda. El juez estimó que “ninguna
certeza de responsabilidad le proporcionaban las trazas de ADN del
acusado halladas en las uñas de la víctima. En su criterio, el supuesto
homicida ofició como preparador del cadáver para la pompa fúnebre y por ello
pudo existir transferencia genética en la labor que realizó.
Tampoco le mereció ninguna certeza las escoriaciones que presentaba el
empleado de la funeraria, atribuidas a un supuesto enfrentamiento con la
víctima, en un conato de agresión sexual.
La relación sentimental del acusado con la víctima nunca se demostró.
Según la Fiscalía, el informe forense no sólo estableció que la mezcla
de ADN encontrada en las uñas de la occisa era de Hermes Trujillo sino
que el material genético estaba en la parte interna de la uña, lugar al
que nunca migraría por un simple roce.
“La única explicación para que ello hubiera ocurrido es que las usó
para repudiar a su atacante”, insistió el fiscal.
“Además, agregó, las heridas del acusado son más compatibles con las
lesiones que se causan con las uñas que con una teja de zinc”.
Tomado de la Nación