Caficultores del Huila están sembrando árboles en
sus fincas para tener una alternativa económica en la silvicultura y contribuir
a la reforestación del departamento.
Foto: Gillmal Villamil
La motosierra sonó y el talador Richard López, sin
titubear y con sus brazos firmes, fue introduciendo los dientes de la máquina
en el tronco de un eucalipto de 30 metros de altura. Bastaron solo ocho
segundos para que su caída hiciera retumbar el piso. La tierra que lo sostuvo
durante 12 años tembló con el impacto y la mirada de Gentil Bermeo, un
caficultor del municipio de Garzón, en el Huila, también lo hizo.
Sus ojos entreabiertos vieron con algo de nostalgia
cómo uno de los 3.000 árboles que plantó junto a su esposa Fanny Barrera cayó
rápidamente al suelo. La tristeza era entendible. Ese eucalipto, de la especie
grandis, hacía parte del trabajo de reforestación que iniciaron hace 12 años en
su finca, ubicada en la vereda La Pita, sobre las montañas de Garzón, como
parte del programa cofinanciado por la cooperación alemana Kreditanstalt FÛR
Wiederaufbau (KfW), una iniciativa de la Federación Nacional de Cafeteros de
Colombia que busca incentivar la silvicultura como alternativa de producción
para los campesinos y contribuir a la reforestación del departamento.
Conservar estos ecosistemas de la forma como lo hace
esta pareja, que lleva 47 años de matrimonio, es una actividad admirable si se
tiene en cuenta que, según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios
Ambientales (Ideam), el Huila, con 202 hectáreas (ha) deforestadas, es uno de
los departamentos que presenta una de las cifras más bajas en Colombia,
comparadas con las registradas en Caquetá (60.373 ha), Guaviare (38.221 ha),
Meta (36.748 ha), Antioquia (20.592 ha), Putumayo (13.070 ha) y Chocó (10.046
ha), los cuales concentran el 81 por ciento de la deforestación nacional, que
el año pasado fue de 219.973 ha.
La baja deforestación, y especialmente el cuidado
ambiental de la tierra opita, se debe, en parte, al trabajo que hacen
campesinos como doña Fanny y don Gentil, quienes con su labor están demostrando
que no es necesario vivir en un área con una intensa pérdida de bosque para
empezar a conservar, más aún cuando la mitad de la superficie del territorio
nacional es forestal.
“Si no tuviéramos este bosque, nos tocaría comprar
la madera en Garzón, que es muy cara, o tendríamos que cortar los árboles de
los bosques nativos que tenemos acá, pero gracias a Dios no los hemos tocado,
al contrario, los conservamos”, cuenta doña Fanny, sentada en una piedra que
tiene como telón de fondo los troncos de sus árboles, que se alzan fuertes
entre 20 y 30 metros sobre la tierra fértil.
Caficultores huila
Doña Fanny y don Gentil llevan 47 años de
matrimonio. En su finca han plantado 3.000 árboles de eucalipto.
Foto: Gillmar Villamil
Las cuatro hectáreas de bosque nativo que están
conservando, que no se tocan, es el resultado de un trabajo conjunto con la
Federación, la cual desde el 2002 ha impulsado a los caficultores del Huila, y
de otros departamentos como Santander, Tolima y Cauca, a realizar plantaciones
forestales y a crear sistemas agroforestales sembrando árboles alrededor de los
cultivos de café con el fin de conservar la biodiversidad que hay en la cuenca
alta del río Magdalena, la arteria fluvial más importante de Colombia.
“Trabajamos con base en incentivos y acompañamiento
técnico. Durante los primeros cinco años les entregamos recursos semestralmente
para que la plantación sobreviva. Después los visitamos para hacer entresacas
(cuando se cortan los árboles imperfectos con tallos delgados) y luego los
ayudamos con el registro que les permite comercializar su madera”, asegura
Rafael Perdomo, coordinador del programa ambiental de la Federación
Doña Fanny y don Gentil, por ejemplo, ya han enviado
madera de su bosque a ciudades como Medellín, Neiva e incluso Bogotá. “Cada vez
que están altos y gruesos aprovechamos para venderlos. La semana pasada, por
ejemplo, sacamos un lote grande, de ahí salieron 253 palos que los
comercializamos acá y luego los mandamos a la capital”.
Llegar a ese punto de la cadena productiva ha sido
un viaje largo y nada sencillo. Camilo Rojas, uno de los extensionistas que
viaja a cada vereda de Garzón para acompañar a los caficultores en su proceso
de plantación, explica que el eucalipto que siembran es el más efectivo para
obtener resultados relativamente pronto, atendiendo a las necesidades que
tienen los campesinos.
“Ellos logran aprovechar los árboles en la primera
entresaca que se hace a los cinco años de plantación, por eso lo que buscamos
con el programa no es inundar las fincas con estas especies, sino encontrar los
espacios adecuados donde puedan crecer rápidamente y el eucalipto es uno de los
árboles que mejor se adapta: la idea es plantar 1.100 por hectárea y aprovechar
800”, cuenta.
Caficultor Huila
Don Gentil, como un guardian, en medio de su bosque.
Foto: Gillmal Villamil
Plantaciones que no solo cuidan el medio ambiente
Los casi 4.000 campesinos que viven en el núcleo
forestal de los municipios de Gigante, Garzón, La Plata, Agrado y el Pital
conservan no solo para proteger el medio ambiente y generar ingresos
adicionales para sus familias, además, tal vez sin saberlo, contribuyen a
debilitar la cadena ilegal detrás de este negocio gordo, que solo en 2016,
según datos de ONU Ambiente, movió entre 51 y 152 billones de dólares en el
mundo.
Y mientras que a nivel global el 30 por ciento de la
madera que se comercializa es ilegal, en Colombia, el Banco Mundial y el
Ministerio de Agricultura estiman que el tráfico ilegal alcanza un 42 por ciento
de la producción total de madera. El Ministerio de Ambiente, por su parte,
advierte cifras más altas: entre el 71 y el 80 por ciento.
Lo anterior, según el Banco Mundial, significa que
en el país se mueven ilegalmente casi 1’500.000 metros cúbicos de madera, lo
equivalente a 600 piscinas olímpicas.
Este fenómeno está empezando a aterrizar en el
Huila. Según Carlos Cuéllar, director de la Corporación Autónoma Regional del
Alto Magdalena (CAM), este departamento se está convirtiendo en un corredor
estratégico para movilizar los árboles deforestados de Caquetá, Putumayo, Cauca
y Meta.
“Esto está sucediendo porque la mayor cantidad de
material y de decomisos se transportan por la ruta 45 que atraviesa al Huila y
tiene como destino final Bogotá, una de las principales ciudades demandantes de
madera”. En la capital, de acuerdo con la Secretaría Distrital de Ambiente
(SDA), para el 2016 se habían incautado 369 metros cúbicos de madera ilegal, lo
que se traduce en llenar 32 camiones de troncos.
Cuellar cuenta que para frenar el comercio negro de
madera se está implementando una burbuja ambiental formada por la Corporación,
la Policía y los cuerpos de investigación de la Fiscalía. “Con este grupo, el
año pasado logramos incautar 145 decomisos de material forestal, 92 de carácter
preventivo y 53 con carácter definitivo, para un total de 814 metros cúbicos de
material forestal decomisado”, asegura. En lo que va del año, ya llevan 76
incautaciones.
El Gobierno Nacional, por su parte, puso en marcha
la ‘Estrategia integral de control de la deforestación Bosques Territorios de
Vida’, una iniciativa robusta liderada por el Ministerio de Ambiente para
ponerle freno al fenómeno, que principalmente se concentra en la Amazonia.
Las 4 hectáreas de bosque que están conservando es
el resultado de un trabajo conjunto con la Federación, la cual desde el 2002 ha
impulsado a los caficultores del Huila y de otros departamentos
También, a mitad del año pasado, el presidente Juan
Manuel Santos creó la Comisión Intersectorial para el Control de la
Deforestación y Gestión Integral para la Protección de los Bosques Naturales
(Cicod), que tiene como misión articular los distintos programas y entidades,
con sus respectivas responsabilidades, para avanzar en el cumplimiento de las
metas nacionales e internacionales que ha adquirido Colombia, como, por
ejemplo, tener cero deforestación en todo el país al 2030.
Estos proyectos, por supuesto, cuentan con el
trabajo articulado de las comunidades y de personas cómo doña Fanny y don
Gentil, quienes afirman que aunque a ellos la plantación de sus árboles no los
vuelve millonarios, sí les genera ingresos que de vez en cuando los han ayudado
a salir de situaciones económicas difíciles. “
Si no tuviéramos esta madera no tendríamos algunas
partes de la finca, los techos de las casas de mis hijos tampoco existirían.
Nuestros árboles siempre nos han sacado de necesidades y ahora los estoy
disfrutando de nuevo”, dice.
Ellos, quienes confiesan sentirse agotados por la
edad, ahora solo anhelan que todo lo que han plantado siga ayudando a conservar
la naturaleza de las montañas cafeteras donde crecieron, pero sobre todo,
esperan que estos árboles permanezcan firmes en la tierra como un legado para
sus seis hijos y 14 nietos que seguramente en el futuro, también se
beneficiarán de ellos.
Tomado de El Tiempo