Como toda preadolescente, María Alejandra Suaza
Zuluaga cuidaba y lucía su linda cabellera de color castaño oscuro, que
mantenía a mitad de la espalda, adornada con balacas o moños. Sin embargo, un
motivo admirable la llevó a deshacerse de ella.
Su hermano Jhon Felipe de 9 años fue diagnosticado el
pasado mes de noviembre con Leucemia linfoblástica aguda, y pasa por un
agresivo tratamiento de quimioterapia en el hospital Universitario de Neiva que
le ha hecho perder todo su pelo.
Antes de que al niño se le cayera el cabello, le
preguntó a su hermana que si cuando quedará totalmente calvo, ella también se
lo mandaría a quitar para que juntos se tomarán fotos con sus cabezas pelonas.
En el momento Alejandra lo tomó como algo gracioso, pero luego esas palabras
rondaron por varios días en su mente hasta transformarse en una decisión para
hacer feliz a su hermanito.
Lo consultó antes con sus padres, su abuela y la
psicóloga del colegio donde estudia. En todos encontró apoyo, aunque su papá
admite que temía que ella sufriera el rechazo de sus compañeros o de la demás
gente en la calle. Pero esto realmente no afectó el deseo de Alejandra.
“Tuve la confianza en mí misma de que todo iba a estar
bien. A mí me vuelve a crecer el cabello, lo que difícilmente le suceda a mi
hermano que pasa por este proceso de quimioterapia. Hice esto por el gran amor
que le tengo a él y en solidaridad con todos los niños que padecen de cáncer”,
expresa la jovencita de 13 años y que cursa grado octavo en el colegio
campestre Padre Arturo, en la capital huilense.
Manos a la cabellera
La esposa peluquera de un tío de Alejandra le hizo la
rapada del pelo. “Primero me separó el cabello por mechones y lo cortó, luego
me pasó la máquina, estuve nerviosa, nunca había pensado siquiera en dejarme
corto el pelo. Después vino la rasuradora, la lavada de cabeza, y ya estaba
hecho el cambio”, narra Alejandra.
Al día siguiente de visita en el hospital, fue el gran
momento de darle la sorpresa a Felipe. Al entrar en aquella estrecha sala ella
lo encontró dormido. Al despertarlo, él la abrazó, le dijo que no creyó verla
así. Rieron juntos, el ánimo del niño se elevó y por supuesto, hubo muchas
fotos. Las enfermeras y médicos que presenciaron esos emotivos instantes
admiraron el gesto de amor y valentía de la niña.
Alejandra piensa mantener la cabeza rapada mientras
dure todo el proceso de quimioterapia de su hermano. “A veces al tocarme la
cabeza y no sentir el pelo entre mis dedos me siento algo extraña, pero sé que
lo que hice está bien y que mi hermano va a estar satisfecho”, dice.
Los 22 mechones intactos los donará a alguien que
realmente lo necesite. Ha considerado también subastarlo y darle el dinero a su
mamá para ayudarla a sufragar algunos gastos derivados de la situación de salud
del pequeño.
Aceptación y oración
Laura y Laura Patricia, dos compañeritas de estudio de
Alejandra, aún están sorprendidas por su cambio extremo. “Es un acto que tiene
mucho de pensar porque las mujeres somos más de cuidar el cabello, fue algo
impactante para todos, ella es una valiente”, dice una de las niñas.
En el colegio afortunadamente no ha sido objeto de
burlas o comentarios odiosos, por el contrario, oran por la recuperación de su
hermano Felipe.
“El corte radical de su cabello se determina por un
gesto bonito de acompañar a su hermano en esta enfermedad, que a muchas
familias toca, pero saber que una preadolescente decide cambiar su apariencia y
enfrentarse a una sociedad que hasta puede juzgarla, para nosotros es un gesto
hermoso. Es una niña que se identifica con los valores del colegio y con la
unión familiar”, menciona Eliana Marcela Pérez, coordinadora académica del
colegio Padre Arturo.
“Ella está tranquila, sabe lo que está haciendo y que
el colegio la apoya en oraciones por su hermano”, agrega el Padre Carlos Andrés
Cabrera, rector del colegio.
Por Amauri Machado, tomado de La Nación