Se trata del caso de Esmeralda Marín, la
enfermera que fue hallada sin vida el pasado 10 de diciembre del 2019 en el
barrio Gualanday de Neiva. Si bien el caso fue manejado inicialmente como un
suicidio, el cadáver de la mujer ‘habló’ y tras las múltiples inspecciones al
cuerpo, el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses acaba de confirmar
que la enfermera fue asesinada.
Los contundentes resultados de la necropsia son
ahora pieza clave en la investigación que, como un rompe-cabezas, han ido
armando juiciosamente durante el último mes agentes del CTI de la Fiscalía del
Huila. Según Medicina Legal, la mujer, de 38 años de edad, habría sido
asesinada en la tarde del 9 de diciembre. Su cuerpo registraba, alrededor del
cuello, cuatro heridas. El análisis hecho por los médicos legistas estableció
que dos de esas lesiones fueron ocasionadas antes del fallecimiento de la
víctima.
Asimismo, los galenos descubrieron además que
la occisa registraba fractura de mandíbula, provocada, al parecer, por un golpe
contundente minutos antes del deceso. La lesión, muy probablemente producto de
un puño, le fracturó en dos partes el mentón. De todas estas lesiones, los
médicos de Medicina Legal acopiaron escabrosos detalles y los consignaron en un
informe, que incluye además fotografías, que a los ojos de cualquier persona
resultan perturbadoras. Los investigadores asignados
al caso no tienen duda que la enfermera Esmeralda Marín fue atacada
salvajemente y que la escena de su supuesto suicidio fue un elaborado montaje.
“La escena fue tan real, tan bien elaborada, que era muy limpia para ser un
suicidio”, sostienen investigadores.
Todo este material les ha servido a los
investigadores del CTI, fijar sus miradas en el compañero sentimental de la
mujer como el principal sospechoso. Se llama Héctor Joel Urbano Perdomo, un
patrullero adscrito al CAI Estadio de la Policía Metropolitana de Neiva. El
uniformado, al parecer, ha entregado versiones contradictorias sobre los
hechos. A él lo describen además como una persona “agresiva, dominante,
compulsiva, obsesiva y violenta”. Incluso, en alguna oportunidad, fue retirado
del servicio policial por buscar resolver las diferencias a los golpes.
Los investigadores han ido más allá y no
descartan que el principal sospechoso del crimen haya tenido un cómplice para
armar la treta del suicidio. “Una escena tan bien concebida debió haber contado
con la ayuda de un tercero”, sostienen. Por ahora, retumban las palabras de uno
de los hijos de Esmeralda Marín: “Mi mamá era una mujer berraca, luchadora, sin
problemas, sin deudas, no tenía una vida perfecta. La vida de mi mamá quedó en
las manos de un policía criminal”.
Fuente: LA NACIÓN.COM
Fuente: LA NACIÓN.COM