Un granjero grabó el momento en que una serpiente pitón digería una vaca que se había comido horas antes en Phitsanulok, al norte de Tailandia. El reptil que se encontraba a un costado de la vía y en pésimas condiciones, no soportó tal cantidad de alimento por lo que explotó.
En el video
se puede observar al granjero identificado como Nirun Leewattanakul anonadado
por el sorprendente hecho, pues si bien esta serpiente puede engullir animales
de gran tamaño, no es usual ver que el alimento las afecte, mucho menos que las
haga estallar al no poder digerirlo.
La grabación
fue publicada por el diario britanico ‘Daily Mirror’ lo que provocó que se
viralizara el video alrededor del mundo en muy pocas horas. Según este medio,
el granjero posteriormente tomó los cuerpos de los animales y los quemó para
evitar malos olores y que otros animales se acercaran a la aldea.
Según
versiones de algunos medios, el bovino era propiedad de Leewattanakul quien
estaba buscando a la vaca en la aldea donde vive, pero no esperaba encontrarla
en tan grotesca escena.
“La pitón
debió tener hambre y vio a la vaca. Luego la estranguló hasta matarla antes de
tragarse todo el cuerpo. Fue una escena muy aterradora”, se escucha al
habitante tailandes en el video.
La pitón
birmana que se ve en la grabación, probablemente tenía unos cuatro metros de
largo ya que, solo serpientes de esta envergadura en adelante, serían capaces
de comer un animal tan grande.
Según los
expertos del portal animalista 'Naturalista', una serpiente adulta no es capaz
de comerse a un ser humano, sin embargo, en YouTube circula un video de una
comunidad en el continente asiático que descubre el cuerpo de una mujer de 54
años al interior de una pitón.
Estas serpientes
no son venenosas por lo que su única herramienta para alimentarse es el
estrangulamiento. Se pueden encontrar con frecuencia en el sureste asiático y
pueden alcanzar una edad máxima de 20 años, un peso de 96 kilos y un tamaño de
6 metros aproximadamente, de acuerdo con lo dicho en el medio digital
'Animalista'.
Fuente: EL
TIEMPO