Panela, arepa, chigüiro, eran las palabras que repetían algunos espectadores en una de las salas de Cinépolis, en Cali, donde se proyectó una función especial de Encanto, la nueva película de Disney inspirada en Colombia que, desde sus primeros minutos, conectó con todos. Las palabras se murmuraban en la sala porque no es común oír chigüiro, arepa o panela en una película de Disney. Y menos con una cinematografía tan generosa.
Las expectativas se empezaron a cumplir y a superar.
Era imposible no sentirse así con ese derroche de colorido, entusiasmo y magia
que la película destila desde sus primeros minutos.
Pero el asombro por las palabras chigüiro, arepa y
panela pronto empiezan a quedar atrás y la mirada queda subyugada ante un ritmo
alocadamente divertido y mucha emoción. Encanto también hace reír y derramar
algunas lágrimas. La audiencia se conecta con el verdadero mensaje, que no es
otro que rendir un homenaje a la belleza y la fuerza de la familia Madrigal,
quienes tras sufrir la pérdida y el dolor, fueron bendecidos con la magia y
poderes asombrosos como el primo de Mirabel, Antonio, un niño que puede hablar
con los animales.
Disney no escatimó en nada para conseguir una historia
visualmente impactante (el nivel de detalle y ritmo que propone la animación es
alucinante). Los colores de las flores brillan y los personajes tienen un halo
de ternura que sobrecoge.
Su protagonista, Mirabel, es un destello de alegría,
aunque la historia le impone pruebas difíciles en la aventura de encontrar su
lugar en un nicho familiar muy especial, en el que ella es la heroína, pero al
mismo tiempo es la rara, la rebelde y la incomprendida.
“Tan bonita esa finca”, susurró una señora emocionada
al ver el hogar de los Madrigal, olvidando por un segundo que era un fantasía
digital. La conexión con el público se hizo más sólida mientras otros seguían
con la dinámica: “ajiaco, buñuelo, ¡Maluma!, se escuchaba en el cine entre
carcajadas y momentos de un silencio respetuoso ante semejante puesta en escena
y homenaje a Colombia.
Encanto realmente descresta, es divertida a más no
poder y sabe llevar en un buen balance con momentos muy dramáticos y profundos
que no caen en cursilerías, y que son capaces de sostener ese conflicto que
lleva la protagonista al no responder a las expectativas de una abuela que ha
mantenido a salvo la magia con la que fue bendecida la familia.
Mirabel no puede controlar el clima como la tía Pepa,
cambiar de forma o tener la fuerza descomunal de su hermana Luisa, algo que le
afecta un poco, pero que luego entiende que es parte esencial de su papel como
protectora de los suyos. La verdad, el drama se va superando con giros de humor
que llegan en el momento justo.
Encanto ofrece algo más que el orgullo de retratar la
idiosincrasia colombiana para el mundo, realmente es una experiencia visual sin
precedentes y no exagera o se excede para robarles una sonrisa a quienes están
del otro lado de la pantalla.
Además, tiene la magia y la delicadeza de hablar de
cosas serias como la violencia y la capacidad de resiliencia que tienen los colombianos
para sobrepasar el dolor. No hay que preocuparse, eso solo se revela en unos
trazos muy finos dentro de una trama bonita que es posible que lleve corriendo
a más de uno a abrazar a su abuela o a su mamá. A la salida del cine todos
salimos sonriendo.
Fuente: El Tiempo