Un viaje por San Agustín donde las piedras son magia


Hay una alabanza en pleno macizo colombiano donde figuras en piedra predicen los equinoccios y solsticios. Se cree que el lugar fue un antiguo centro astronómico y ceremonial de la cultura que habitó esta zona del departamento del Huila, denominada San Agustín por la comunidad religiosa que tras la llegada de los españoles se asentó aquí para emprender sus misiones.
La luna, inmensa y luminosa, se esconde tras las montañas que dan al mirador sagrado (chaquira) del parque arqueológico de San Agustín, hoy patrimonio de la humanidad.

El resplandor ilumina tres figuras antropomórficas esculpidas en las caras de una misma piedra volcánica, que al igual que todos los vestigios que se hallan en este complejo funerario hablan de las tradiciones y costumbres de la cultura agustiniana. Y justo debajo del mirador, las aguas del río Magdalena se estrellan contra las piedras de esta zona montañosa de la cordillera de los Andes. Al levantar la mirada desde ese punto, la figura de un oso hormiguero reluce en la cima y, tan solo un poco más arriba del cauce del Magdalena, se ven tres cascadas de las que brotan chorros de agua cristalina.
En la chaquira, a las 6:30 de la tarde, la única luz que hay la proyecta la luna. Las hojas de los árboles brillan y, durante las dos horas que dura el recorrido a caballo, los pastos se iluminan con los movimientos en espiral de las luciérnagas. La ruta que va por trochas y charcos desciende a una montaña con jardines que rodean el camino en piedra. Hace frío, la altura es de 1.730 metros sobre el nivel del mar y los mosquitos se convierten en una amenaza.
Para llegar a San Agustín se emplean alrededor de cinco horas por carretera desde Neiva, capital del Huila. En total son 529 kilómetros los que separan a este municipio de Bogotá.
Desde que empieza el recorrido por el parque arqueológico se ven figuras talladas en piedra que representan a guerreros, sacerdotes, dignatarios y animales simbólicos o míticos.
Es una travesía que demanda de tres a cuatro horas por caminos empedrados, rodeados por una vegetación en la que sobresalen los chachafrutos, árboles que dan un alimento similar al fríjol y que aún se conserva en la tradición gastronómica de los indígenas.
El parque se sitúa sobre cuatro mesetas, reportadas así por el explorador Konrad Theodor Preuss. Pero dicen que años más tarde, los saqueadores utilizaron esos lugares como zonas de comedor, razón por la que también denominaron a estos puntos ‘mesitas’.
Se cree que los monumentos fueron obra de las comunidades indígenas que habitaron la zona entre los años 200 a. C. y 800 d. C. Luego se instalaron allí los timanás, los yalcones y los paeces, que enfrentaron a los españoles a su llegada.
En la zona hay varios complejos funerarios en los que se pueden ver ataúdes en piedra acompañados de figuras antropomórficas con rasgos animales, como el jaguar, y figuras con osos y guardianes a sus lados. Se cree que mientras más grandes eran los complejos, mayor poder tenía el fallecido en la comunidad.
En la parte posterior de las tumbas hay una especie de cajón, donde los allegados les rendían culto con piedras preciosas y oro, elementos que fueron saqueados.
En el parque, los caminos están llenos de espirales grabadas en piedra, y llevan a un importante lugar ceremonial, donde se realizaban los ritos de esta comunidad: El Lavapatas. Una fuente ceremonial, con tres piletas y numerosas figuras.
No se puede terminar este viaje sin dedicar unas horas al pueblo de San Agustín, donde el calor golpea fuerte en el día, pero en la noche es necesaria una chaqueta para el frío.
Las casas coloniales en su mayoría son de uno o dos pisos y están pintadas de color blanco y verde.
Sus pobladores son descendientes de caucanos y nariñenses. En el municipio abundan locales de artesanías que venden a buenos precios y también panaderías, donde el producto estrella es la tradicional achira huilense. Muchos de sus turistas son extranjeros que van en busca de la tranquilidad y la mística que ofrece San Agustín.
En la ruta hacia San Agustín
El primer destino por descubrir en el Huila son los termales de Rivera, a 20 minutos de Neiva. Uno de ellos es Los Ángeles, donde un español enamorado de la región construyó esta piscina natural, una de las más lindas de Colombia, rodeada por árboles de más de 10 metros de altura, adornada por el cantar de cientos de pájaros y alejado de los ruidos de la ciudad.
Durante todo el viaje a San Agustín se puede divisar desde la carretera el paisaje del río Magdalena. Mauricio León / EL TIEMPO
Otro destino para visitar en el camino que lleva a San Agustín es La Jagua, en el corregimiento de Garzón.
En la ruta también se pueden visitar las fincas cafeteras localizadas entre Garzón y Pitalito, una antesala para llegar a disfrutar de las maravillas eternas de San Agustín.
Si usted va
Puede viajar a Neiva en vuelos de Easyfly o Avianca; de allí debe tomar un autobús que lo llevará en cinco horas a San Agustín. La vía está en buenas condiciones.
El hospedaje en San Agustín es en hoteles campestres, como el Yuma, con precios entre $ 150.000 y $ 180.000 la noche, en acomodación doble. También hay planes especiales para grupos.
El ingreso al parque arqueológico cuesta $ 20.000. Si quiere un recorrido guiado, le cuesta unos $ 150.000, con guías particulares que están a la entrada del lugar.
La cabalgata hasta la chaquira cuesta $ 30.000.
CRISTIAN ÁVILA JIMÉNEZ
Enviado Especial de EL TIEMPO
San Agustín (Huila)
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