Los olores fétidos
dejaron al descubierto el oscuro secreto que tenía el sujeto en su vivienda: en
un ataúd casero se encontraban los restos de su propia madre.
Llamaron a las
autoridades para dar aviso y estas llegaron al domicilio. Tocaron a la puerta,
pero como nadie abrió decidieron entrar a la fuerza.
En el improvisado
féretro, que a la vez estaba sellado con cinta, encontraron el cadáver. Los
primeros indicios señalan que la mujer murió naturalmente, sin embargo, no se
explicaban por qué su hijo mantenía el cuerpo.
Las investigaciones
concluyeron que el hecho de guardar el cuerpo no tenía valor sentimental. Por
el contrario, era valor económico, pues el sujeto de 62 años seguía cobrando la
pensión de su mamá sin importarle que hubiera muerto.
Autoridades no
descartan que el hijo de la fallecida padezca algún trastorno sicológico, por
lo que es investigado