La
Prima Ballerina Assolutta, como se le reconoce en su tierra natal, a sus 92
años sigue siendo la directora del Ballet Nacional de Cuba, institución que
ella fundó y que este año cumple su 65 aniversario. Es Alicia Alonso,
primerísima bailarina de ballet clásico de América. Un encuentro con una
leyenda viva del arte y la cultura universal.
Por Gerardo Meneses Claros
Pitalito.
El
decorado del salón pareciera sumergirlo a uno en otra época. Y en realidad así
es. Los muebles de madera antigua, los tapices, los jarrones de porcelana y
esos azulejos pintados a mano que forman un pequeño zócalo al interior de la
sala, dan la sensación de estar en el set de una película, quizá de los años
50s. Mauricio Abreu, el jefe de prensa del Ballet Nacional de Cuba me ha
concertado una cita con la señora Alicia en la sede del Ballet. Él, con una
ceremoniosidad que me intimida, me hace seguir a través de una puerta altísima,
dominada por un vitral. Al fondo, de pie junto a su escritorio, estaba ella:
Alicia Alonso.
Mi
primera reacción es de asombro, ella me saluda pero dirige su rostro hacia un lado,
solo cuando yo contesto el saludo y me acerco a responder su abrazo, descubro
que ella se guía por mi voz. La señora Alicia está ciega. “Colombia -me dice
como recordando- lindas esmeraldas, café exquisito, y la gente, ay niño, la
gente colombiana…” Paso del asombro a la veneración. Digo cualquier cosa, le
doy las gracias, la veo y no me canso de admirarla. Es esbelta, erguida, parece
una porcelana. Tiene más de 90 años y conserva el donaire de su profesión. Es
hermosa.
Me
invita a sentarnos y le pido que me cuente de su infancia, de cómo se hizo
bailarina. “Uno no sabe realmente donde nace la pasión por lo que le gusta,
seguro eso venía en mí, porque desde siempre me gustó la danza, el ballet.
Amaba andar en punta de pies por la casa, tanto, que un día, al ir a abrir el
portón, oí el regaño de mi padre que dijo algo así como: ¿será que esta niñita
no puede andar como las niñas normales?”
“Ay,
mi padre, siempre tan guapo, tan estricto. Era médico veterinario y ejerció
mucho tiempo en el Ejército Nacional Cubano; pero me quería tanto que me dejaba
hacer lo que quisiera, hasta eso, andar en punta de pies para abrir la puerta”.
-¿Y la madre? –le pregunto dejándola seguir con sus recuerdos. “Mi madre era
costurera. Costurera fina, de modas. Ese era su oficio, que era más un arte. Me
emocionaba verla crear la ropa que hacía, tan delicada, tan parecida a ella. Y
mi tía, una mujer amante de las artes, llena de ingenio. Nací donde tenía que
nacer”.
Los maestros
Pero
el apoyo fue total –exclamo- “Pero fue más la disciplina, las ganas. Mira, era
tan exigente conmigo siendo apenas una niñita, que hoy me sorprendo. Es que el
ballet te obliga a un altísimo nivel de exigencia, de una disciplina impuesta
que te convierte en otra. Yo empecé aquí en La Habana con el profesor
ruso-ucraniano Nicolai Yavorski, pero pronto continué mi formación en Estados
Unidos con grandes maestros de las antiguas escuelas italiana y rusa.
¿Recuerdas a alguno? –le pregunto: “Sí, claro: Enrico Zanfretta, Alexandra
Fedorova, Anatole Vilzak…pero es que además de tener buenos maestros, yo me
exigía mucho, mi formación se debe, en gran parte, a mi propio esfuerzo. Amo
tanto la danza, que decidí entregar todo de mí para lograr una técnica y un
dominio de los estilos del ballet”. Tienes una voluntad de hierro, eso te llevo
a ser lo que eres –le digo casi como un halago- “La disciplina es la única
forma de alcanzar las metas más altas en este arte. Había veces en que
terminaba con las zapatillas ensangrentadas. Como te lo estoy diciendo.”
Le
tomo las manos y le profeso mi admiración, mi respeto, le cuento que todos me
dijeron que al dirigirme a ella la llamara “Prima Ballerina Assolutta”, que es
el título con el que se conoce universalmente a una bailarina de su talla. “Esa
es una gran responsabilidad ante el arte y ante el público. La crítica me ha
otorgado ese nivel. Yo lo agradezco, pero no es fácil llevarlo porque no soy
yo, es mi país; y mi mayor anhelo es que los bailarines en Latinoamérica lleven
el ballet a esa altura, que esta tradición se conserve y que se engrandezca”.
¿Y
Cuba? – Le pregunto cuando la oigo hablar de su tierra- ¿Qué es Cuba en la vida
de Alicia Alonso? “Todo. Mis raíces, mi
punto de partida. Aquí está mi esencia. Y es el pueblo que me ha dado su
confianza y su amor” Igual te pasa en el resto del mundo –le digo-. “Gracias,
la vida ha sido generosa conmigo. He bailado en tantas partes del mundo, en
tantos escenarios, ha sido tanta gente la que me ha aplaudido durante toda la
vida”. ¿Y Colombia? “También Colombia: el Teatro Colón, el Jorge Isaacs en Cali,
el de Medellín que ahora se me olvida el nombre; el Gaitán de Bogotá ¿cómo se
llama?” El Jorge Eliécer Gaitán –le respondo.
Directora vitalicia
del Ballet Nacional
Bailarina,
coreógrafa, maestra, Alicia Alonso se ha desempeñado en todos los campos para
mantener viva la esencia del ballet. Hoy, a pesar de su edad y su limitación, sigue
siendo la directora del Ballet Nacional de Cuba –hablemos un poco de eso- le
pido. “Ayudar en la formación de los jóvenes lo considero un deber; y además es
una bella tarea. Desde los inicios de mi carrera he sido maestra, me ha gustado
transmitir los principios del arte al que he dedicado mi vida entera. Hoy
tenemos primerísimas figuras del ballet formadas aquí en el Ballet Nacional de
Cuba” ¿todos cubanos? –le pregunto tratando de no parecer ignorante. “No, –me
responde con una risa bonita- si vieras, llegan de todas partes del mundo, de
tu país vienen a formarse acá. Nos encanta recibir la gente de Incolballet de
Cali, o los chicos del Ana Pavlova, de Bogotá.”
Supe
que en España hay una cátedra que lleva tu nombre. “Honor que me han hecho. Y
lo recibo con humildad, pero es el resultado también de lo que he hecho a lo
largo de toda mi vida, la disciplina de la que te hablaba.”
Una
presentación inolvidable que siempre recuerdes –le pido. “He tenido grandes
momentos en mi carrera y cada público, cada país me ha dado su aliento, su
calor, que si me pides escoger uno en particular sería injusto”.
Alicia Alonso, hoy
En
las paredes de la escuela del Ballet Nacional reposan fotografías bellísimas
que hacen honor a su creadora, a la señora Alicia, hay un cartel gigante que
anuncia los festejos por los 75 años de la primera interpretación suya como
Giselle, que se cumplirán en este 2013. Me llena de alegría ver esta mujer
aparentemente frágil, como una muñequita de porcelana, que hoy sigue tan vital
como en sus años de juventud. Le pregunto por esto, y le agradezco la gentileza de su tiempo y su
calidez. “Vivo trabajando, hijo, llevando adelante el Ballet Nacional, creando
nuevas coreografías, enseñando a los jóvenes, entregando toda mi experiencia y
transmitiendo esta tradición y los principios estéticos y éticos del ballet. La
vida me ha alcanzado para todo.”
Una
mujer tan bella debió recibir muchos halagos –le confieso casi en broma- “Mi primer
esposo fue Fernando Alonso, de él tomé el apellido artístico, fue el primero
que me enamoró. Lo demás no te lo cuento”. Y un piropo que te hayan dicho, que
te haya gustado –le pido- “Más que un piropo, fue algo que le escuché a alguien
en la calle, frente al teatro: “Ven, entremos, que esta noche baila Alicia
Alonso”.