Cuando
Kelly Córdoba tenía 11 años le pidió
a su mamá que la matriculara en la Escuela
de Robótica de Quibdó, un espacio que se creó en Chocó para acercar a los
jóvenes a la tecnología en su tiempo libre. Ella fue la primera niña en
sentarse en el laboratorio que, desde su inauguración en 2016, solo había sido
ocupado por hombres. “Me llamó la atención hacer algo diferente”, contesta la
joven y añade que nunca fue un dilema decidir amar la ciencia.
Tiempo
después de la llegada de Kelly apareció Helena Valencia, estudiante de derecho,
que se convirtió en la coordinadora de proyectos de la escuela. Ella propuso
una dinámica que cambió el enfoque que había tenido el lugar. “Me di cuenta de
que solo había una mujer y que a veces sufría el maltrato de sus compañeros.
Así que hablé con el director para inscribir más mujeres en el proceso”,
señala.
Junto
con Jimmy García , director y fundador, abrieron la convocatoria para un
programa piloto de tres horas, y el tema principal era domótica, que son los
procesos de automatización en los hogares. Con cuaderno en mano, quizás con un
poco de miedo, al laboratorio, ubicado en el barrio Pandeyuca, en Quibdó,
llegaron 15 mujeres. “El programa fue un éxito, participaron las invitadas, más
un hombre que era el novio de una chica que no creía que podía asistir a una
clase de robótica. Fue fantástico, los temas fueron captados rápido y se
emocionaban cuando entendían los procesos”, agrega Helena.
La
Escuela de Robótica de Quibdó, finaciado por el Programa de Alianzas para la
Reconciliación de USAID y ACDIVOCA, fue el primer lugar en la ciudad que tuvo
la iniciativa de estimular en los jóvenes el interés en la ciencia y la
tecnología, y, con el tiempo, se convirtió en el primer espacio en incluir a
las mujeres en esas áreas. “El proyecto tenía dos retos: el machismo del
departamento y la falta de acercamiento de la comunidad en estos temas”, señala
Valencia.
El fantasma de la
deserción
Tras
el éxito que tuvo el programa piloto se creó Innovation Girl, una iniciativa
para mujeres, con los mismos contenidos, pero dentro de un espacio seguro entre
ellas. Fueron 12 sesiones, una vez a la semana y algunas contaron con la
participación de Paula Moreno, exministra de Cultura y quien apoya a la escuela
a través de su fundación Manos Visibles.
“Se
postularon 80 chicas, de las que fueron elegidas 20 y finalmente se graduaron
12”, cuenta Helena. Agrega que el contexto de machismo en el que algunas
crecieron y el miedo a fallar fueron las razones para dejar el programa. “Los
procesos de deserción se presentaron porque no se sentían capaces de hacerlo o
sus padres no lo permitían”.
Fue
en ese momento en el que se dieron cuenta de que si buscaban incentivar en las
mujeres el interés por la ciencia tenían que trabajar en la raíz del problema y
curar las heridas que el machismo, la falta de oportunidades y de inclusión
causaron. “La nueva idea era que no sólo fueran a aprender de robótica sino a
recibir talleres de liderazgo y empoderamiento. Queríamos devolverles la
seguridad”, asegura Helena.
La
herramienta esencial para hacerlo fueron otras mujeres, las únicas que podían
ayudar a sanar una historia de la que también habían sido víctimas. La táctica
funcionó y en la escuela hay más de 50 mujeres. Más niñas de 6 a 18 años, como
Kelly, ahora caminan por los pasillos de la organización.
De Quibdó a la NASA
Desde
hace cuatro años la escuela ha participado en competencias nacionales e
internacionales. En 2019 un grupo de jóvenes viajó a China al RoboRave y quedó
en segundo lugar representando a Colombia. Para este año el viaje es a las
instalaciones de la NASA en Houston (Texas), un proyecto desarrollado bajo el
nombre de Empower Girl, que busca llevar el interés por la robótica a los
barrios más peligrosos de Quibdó. Este grupo se adhirió a una iniciativa un
poco más grande patrocinada por la fundación colombiana She Is y el Space
Center de la NASA.
De
la escuela irán Kelly Córdoba, de 13 años, y Yorleidy Parra, de 14. Se esperaba
que el 25 de marzo viajaran a Estados Unidos junto con otros niños de
poblaciones rurales del país. “Quiero que esta sea una gran experiencia. Una de
las expectativas que tengo es poder traer un telescopio a Quibdó y mezclar la
astronomía con la robótica para que más niños despierten esa curiosidad”,
asegura Córdoba.
A
sus 13 años Kelly tiene claro que quiere estudiar: “Me gustaría ser bióloga y
enlazarlo con ingeniería o robótica para crear prótesis para animales acuáticos
en peligro”, dice. Uno de los principales objetivos de la escuela y de los
programas para niñas era darles herramientas para que crecieran en estas áreas.
“En Chocó ser mujer es difícil. Aún hay un sistema patriarcal y se recluye a la
mujer en muchos aspectos laborales y académicos. Tienen que aprender a
sobreponerse. Queremos decirles que estamos para ayudar y que está la ciencia
que les abrirá la puerta”, concluye Helena Valencia.
Por Juliana Jaimes
@julsjaimes