Han
pasado dos días desde que se dio la captura de Amed Rodolfo Bayona, el hombre
que presuntamente asfixió a sus hijos de 5 y 6 años hasta provocarles la
muerte. Este terrible acto sucedió la noche del 14 de octubre en la vereda San
Jorge, sector la Lata, en el municipio de Zipaquirá.
Aunque
ya se ha podido establecer un perfil criminal de Bayona, periodistas de El
Tiempo conocieron la historia de las
noches previas a la muerte de los dos menores y lo que habría llevado al padre
de los dos niños a acabar con sus vidas.
Este
suceso fue revelado por una persona que llamó a la línea 123 después de
encontrar a los menores muertos. El Tiempo contactó al testigo, quien pidió que
su nombre se mantenga en el anonimato.
Este
hombre cuenta que recibió una llamada cuatro días atrás. Era Bayona, un viejo
conocido y con quien trabajó hace más de un año en una finca en Subachoque. Se
comunicaba con él para pedirle ayuda. Esa noche se encontraba en la terminal de
Zipaquirá, junto con su hija de 5 y su hijo de 6 años de edad. El padre de los
niños le contó que no tenían qué comer ni dónde quedarse.
Bayona
había podido establecer que su viejo conocido estaba trabajando como
administrador en una finca. Este habló con el dueño del lugar, un político y
ganadero reconocido en la zona, para que les permitiera alojar a su amigo, con
la excusa de que era un primo que venía de visita con sus hijos. El propietario
accedió y, de buena fe, los dejó quedarse en una casa a la entrada del predio.
“Yo
hablé con el patrón para que los dejara porque Bayona llevaba disque varios
días en la calle con los niños y llamó a todo el mundo, pero nadie le dio la
mano”, relata el administrador de la finca. La familia se instaló en la
casa, les dieron desayuno, almuerzo y comida y todo parecía tranquilo.
Al
día siguiente, Amed Bayona salió en busca de trabajo, cosa que no resultó como
esperaba, pues le cerraron la puerta en varios lugares. Regresó con sus hijos
quejándose y reprochando a quienes no le daban una oportunidad.
Sin
embargo, el administrador buscó a sus contactos y le consiguió un trabajo en
una finca lechera en Ubaté.
Esa
noche salieron a tomarse unas cervezas. En medio de los tragos, Bayona dijo que
había hecho parte de un grupo guerrillero, cosa a la que su conocido le puso
freno, tal vez sin darse cuenta de que pudo ser una señal de alarma. “No hable
tanta mierda, que mi jefe es un político, y si usted sale con esas, lo echan de
la finca”, le advirtió.
A
la mañana siguiente, antes de salir a hacer mercado, el testigo le dijo a
Bayona que ya era el tercer día que se quedaba y era hora de ir desalojando el
lugar. Volvió sobre las 9:15 de la noche, pensó en llevarles unos plátanos a
los niños, pero no lo hizo pues era muy tarde, así que siguió derecho a su
casa, unos metros más arriba. Sobre las 8 a. m. del otro día recibió una
llamada de Bayona. “Le dejé algo en la casa”, le anunció.
El
administrador entró a la vivienda en la que se estaba quedando su amigo y se
encontró con los dos cuerpos de los niños. Estaban completamente morados,
cuenta.
Allí
había además tres cartas. Una dirigida a las autoridades y otra al
administrador de la finca, ambas escritas en tinta negra. La tercera era para
la madre de los pequeños, escrita en color rojo y en la cual expresaba que a
ella también la iba a matar. En el lugar también encontraron un manojo de
‘pelos monos’ con leyendas satánicas. Todo esto fue quemado por petición del
dueño de la finca.
Después
de conocido el crimen, se supo que Amed Bayona le había enviado videos y fotos
de sus hijos muertos a las personas que, según él, no le ayudaron en el pasado.
En
medio del shock, el testigo llamó a la línea 123 y avisó lo ocurrido. Al cabo
de 10 minutos llegó la policía, que, con base en una foto, realizó un plan
candado en Zipaquirá. Y tras unos minutos, el hombre fue encontrado caminando en
la vía hacia Cajicá. De inmediato aceptó que había asesinado a sus hijos y les
dijo a los policías que ya sabía que venían por él.
Fuente
el Tiempo