“Ayúdame a
darle una mejor calidad de vida, ya que yo no puedo. No quiero verlo sufrir y
no tengo recursos. Cuídalo mucho, ámalo. Nació el 04-06-2020. Tiene dos vacunas”.
Junto a este mensaje fue encontrado un bebé de dos días de nacido en la calle
Murillo de Barranquilla el 6 de junio de 2020.
Al día
siguiente, en Cali, otro bebé fue rescatado y permaneció tres días
hospitalizado con hipotermia. Cinco meses después, una recién nacida fue
encontrada en un lote de Valledupar gracias al llanto que fue escuchado por un
vigilante.
Estos son
solo tres de por lo menos 372 menores de edad que han sido abandonados durante
la pandemia generada por el COVID-19 en Colombia.
Las cifras
revelan que 63.994 niños, niñas y adolescentes se encuentran hoy bajo
protección del ICBF por distintas razones y con un proceso administrativo en
curso para restablecer sus derechos. De ese total, 4.255 ingresaron a la
entidad porque fueron abandonados y, en consecuencia, la mayoría de ellos (69
%) fueron declarados en adoptabilidad y apenas un 3,5 % se reintegró a su
núcleo familiar.
Lo cierto es que desde 2014 la estadística de
abandonos ha crecido anualmente. Antioquia es la zona que acumula la mayoría de
los casos, seguida de Bogotá, Valle del Cauca, Cundinamarca y Caldas.
Pero si los
datos se analizan exclusivamente durante el período de la pandemia generada por
el COVID-19, el ICBF registra que por lo menos 372 menores de edad fueron
abandonados entre marzo y noviembre de 2020 y están hoy bajo protección del
ICBF.
La cifra,
que para el mismo período en 2019 se ubicó en 368, es calificada por expertos
como una primera aproximación al panorama de abandono de menores de edad en
Colombia, pero es insuficiente para conocer su real dimensión. Esto debido a
que hay otros tipos de abandono que no aparecen en los conteos oficiales,
porque no necesariamente ocurren en el espacio público ni son identificados por
ciudadanos.
Organizaciones
consultadas llaman la atención, por ejemplo, sobre los menores de edad que son
abandonados en las calles o lugares inhóspitos y nunca llegan a ser rescatados;
que son dejados al cuidado de vecinos o familiares, debido a la imposibilidad
de sus padres de cuidar de ellos, o que, aun estando en sus núcleos familiares,
no son atendidos por sus padres o están expuestos a todo tipo de violencias,
entre ellas la sexual.
Ángela
Rosales, directora de Aldeas Infantiles, que atiende a menores de edad bajo
protección del ICBF, considera que gran parte de las situaciones de abandono
empiezan con los embarazos no deseados y que las acciones del Estado para
atender a estas familias son insuficientes.
“El abandono
refleja la falta de apoyo a las personas que no se sienten en capacidad de
seguir cuidando a sus hijos. En la pandemia esto se ha agudizado porque, si
antes no sabían a dónde acudir cuando se sentían ahogadas en esa paternidad o
maternidad, ahora menos. Los colegios y jardines infantiles, donde seguramente
también se alimentaban sus hijos, no están prestando servicios. Además, deben
estar padeciendo falta de ingresos. Si una mamá es vendedora informal y su hijo
ya no va al colegio por la pandemia, ¿cómo sale a trabajar?, ¿quién le cuida al
niño?, ¿cómo lo orienta en las clases virtuales si es que no tiene internet o
computador?”, explica Rosales.
De acuerdo
con su experiencia, Rosales explica que quienes deciden abandonar a sus hijos
no siempre lo hacen por una decisión “malvada”, sino que se sienten incapaces
de tomar una decisión diferente por falta de apoyo estatal.
“No tenemos en Colombia un sistema de apoyo
con servicios articulados listos para atender a las familias que tienen dudas
sobre su paternidad o que se sienten incapaces de cuidar a sus hijos por la
situación económica. Muchos países como Noruega, Holanda, Italia, Brasil y
Uruguay tienen servicios de apoyo desde el momento en que la mujer queda en
embarazo para saber si desea o no ejercer la maternidad. Si lo tuviéramos, las
personas podrían contemplar otras opciones que no fueran el abandono”, concluye
Rosales.
El Fondo de
las Naciones Unidas para la Infancia (Unifec) también ha dicho que durante la
pandemia aumentó el riesgo de que los niños sufran no solo abandono, sino
abusos, explotación y violencia. Y que ese incremento de las tasas de abusos y
explotación de niños ya se dio en emergencias de salud pública anteriores. “El
cierre de las escuelas durante el brote de la enfermedad del ébola en África
Occidental de 2014 a 2016, por ejemplo, contribuyó al repunte del trabajo
infantil, el abandono, los abusos sexuales y los embarazos de adolescentes. En
Sierra Leona los casos de embarazos adolescentes llegaron a 14.000, más del
doble de casos que había antes del brote”, aseguró la Unicef en un comunicado.
El abandono
es una forma de maltrato y se da únicamente por parte de quien tiene el deber
legal de asistir al niño, niña o adolescente en sus necesidades, es decir, sus
padres, custodios o cuidadores. Además, es sancionado en Colombia desde los
ámbitos administrativo y penal. En el primero se valora si es necesario iniciar
un proceso administrativo de restablecimiento de derechos para que se defina si
los padres pueden hacerse cargo del menor de edad o si es necesario que sean
adoptados por una nueva familia. En el segundo, el abandono es calificado como
un delito y se castiga con hasta 108 meses de prisión. La condena se agrava
incluso si la conducta se cometiere en un lugar despoblado o solitario.
Fuente: EL
ESPECTADOR