El gastroenterólogo Skender Telaku tuvo uno de los casos más rutilantes de su trayectoria profesional: atendió a un paciente que se tragó un celular.
El paciente,
de 33 años, acudió a la Clínica Gastroenterológica de Pristina por presentar
fuertes dolores estomacales. Le mencionó al equipo médico que había ingerido un
Nokia 3310 cuatro días atrás.
El
dispositivo fue retirado mediante una endoscopia.
El
procedimiento consistió en introducir por la boca del hombre un tubo extenso
acompañado de una cámara y unos elementos que permitieran extraer el celular
sin comprometer ninguna parte de su cuerpo.
La
endoscopia sirve para “diagnosticar y, a veces, para tratar enfermedades que
afectan el esófago, el estómago y el comienzo del intestino delgado”, señala el
portal de ‘Mayo Clinic’.
El
gastroenterólogo Telaku compartió el hecho y las imágenes en sus redes
sociales.
“Teléfono
saliendo del estómago”, escribió en Facebook. “Sin cortar el estómago, sacamos
el teléfono partido en tres partes. No hubo complicaciones”.
La
preocupación radicaba en la presencia de la batería del celular, la cual es de
litio. Podría provocar graves alteraciones en el estómago por sus sustancias
químicas.
No se conoce
cómo o por qué el hombre ingirió este objeto. Hasta el momento, más allá del
insólito recuento de Telaku, es poco lo que se sabe del caso.
Sobre el
aparato, vale decir que este celular fue lanzado en septiembre del 2000 y se
popularizó con inusitada rapidez. Fueron los ‘primeros pasos’ de la
masificación de estos dispositivos portátiles de comunicación.
“Teníamos un
objetivo bastante específico. Queríamos que se sintiera más juvenil que lo que
Nokia había hecho antes”, afirmó Lone Tram Middleton, ex gerente de producto
del Nokia 3310, en entrevista para ‘Vice’.
Se
proyectaban vender 20 millones de unidades. Sin embargo, se comercializaron más
de 125 millones en todo el mundo.
De ahí que
el hombre de Kosovo guardará esta ‘reliquia’ descontinuada en 2005. Lo que
quizá ni él mismo esperó (aunque aún no se sabe) es que el celular terminara en
el interior de su cuerpo.
Fuente: EL
TIEMPO