A las 4:50 de la madrugada los vecinos escucharon un
estallido, era una ventana que el hombre había roto para sentarse en el marco
de ella. “Estuvo leyendo la Biblia desde la madrugada”, contó un hermano.
El hombre había tenido diferencias religiosas con su
familiar, pero jamás había mostrado una conducta suicida. Sin embargo, cuando
llegaron los bomberos al último piso, la víctima estaba encerrado en su
habitación, asustado. Con cuchillo en la mano y un tenedor en la otra amenazaba
para impedir que lo rescataran.
En el diálogo-negociación con los bomberos, el hombre accedió
a tomar agua de una botella, pero seguía amenazando a los paramédicos que
querían curarle las heridas que le provocó la ruptura de la ventana. Llamó por
teléfono a su familia que reside en Venezuela y se despidió de su hija que cumplía
años.
Hamilton Flor, teniente de la División de Psicólogos del
Cuerpo de Bomberos de Guayaquil, contó que el hombre no tenía respuestas
lúdicas y cuerdas. “Hablaba mucho de la palabra de Dios y el resultado final
fue no darle la contención completa. La intervención fue complicada porque no
se pudo llegar a establecer qué era lo que deseaba el ciudadano”.
Al final, después de cuatro horas de tensión, “ya ni siquiera
nos amenazó”, contó el mayor Jorge Montanero, del Cuerpo de Bomberos. Eran las
9:56, el hombre entró por unos pocos segundos, mientras los policías ya
descendían para agarrarlo, pero él se percató del intento de rescate y se lanzó
al vacío.
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