Perros de la calle, una consecuencia de nuestro atraso como sociedad

La mejor ayuda que podemos brindar es adoptar a uno de esos seres desamparados.

Aunque no hay un censo oficial, los datos aproximados de la secretaría de salud de Bogotá, afirman que más de 100 mil perros callejeros deambulan hambrientos y olvidados por las calles de la ciudad.

¿Qué lleva al abandono de un animal en la calle?


Muchas familias compran un cachorro en alguna de las tiendas de mascotas que existen. Esta es la primera costumbre que debemos erradicar si queremos que el número de animalitos botados disminuya, es mejor adoptar. Es que muchos piensan que un perro es algo así como un juguete con pilas que nunca crecerá; luego, al ver que el espacio se acaba o él se hace viejo y no hay tiempo suficiente para dedicarle, ven como salida criminal y cobarde, el abandono.

¿Y el maltrato?


Otro punto muy triste en esta situación es el maltrato al que son expuestos los perros y gatos de la calle; estos son atropellados, lastimados, envenenados y vistos como un estorbo, en esta sociedad cada vez más a acostumbrada a segregar a todo aquel que no pertenezca de la manera apropiada a ella.

Diariamente es común ver en las vías de nuestras ciudades, perros heridos por el hombre y abandonados a su suerte en medio del asfalto, todo esto bajo la complicidad de las personas que caminan con indiferencia, sin inmutarse ante el padecimiento de estos nobles seres, cuyo error fue ser fieles al único ser incapaz de serlo, el hombre.

Hace años, bajo la administración del catedrático alcalde Antanas Mockus, Bogotá vivió la bajeza más grande alrededor del maltrato animal, miles y miles de perros eran recogidos en las calles por camiones que recorrían barrios y plazas, para luego ser hacinados por horas en pequeñas jaulas, y luego en medio de un ritual macabro, empaparlos con agua helada, mientras se dejaban caer en las barras de metal, cables electrificados que producían la muerte de estos pobres animales de una forma cruel, lenta y desalmada. Esa era la “inteligente” manera que un personaje como Mockus, veía para reducir el número de caninos en la calle. ¿Algo para decir?

Hace poco se le preguntó a la población de Bogotá, sobré cuál era el tema que más despertaba peleas entre los vecinos, el ganador fue el excremento de los perros en los parques o jardines; o sea que los propios dueños de mascotas, que supuestamente deben colaborar con civismo para la recolección de los desechos, están contribuyendo para que el maltrato animal prolifere, ya que a mayor cantidad de personas insatisfechas por ese tema, pues mayor va a ser la cantidad de animales a los que injustamente se les echará la culpa por esto, por tanto, se les maltratará.

¿Y qué podemos hacer nosotros?


A veces no es necesario estar metidos de lleno en la causa animal para colaborar con esto. Yo desde mi punto de vista, invito a cada ciudadano a por lo menos acariciar o abrazar a un perro de la calle, ese puede ser el único abrazó que ese animalito haya recibido en su desdichada vida.

También, si le es posible, saque afuera de su casa un tazón con agua para dar de beber a los animales de la calle en época de sequía; usted no lo sabe, pero ellos recorren grandes distancias para conseguir un poco de agua y así no morir de sed.

Los héroes en Colombia si existen


Aunque el panorama en Colombia es desalentador en muchos casos, siempre hay historias dignas de ser expuestas. En Bogotá existen muchas fundaciones sin ánimo de lucro que velan por el bienestar de los peludos abandonados, fundaciones que apunta de ganas y con los dedos, han logrado rescatar de la eminente muerte a miles de perros. Una de ellas es la Fundación Gran Espíritu, creada por el actor colombiano Rafael Uribe Ochoa, un héroe que ha venido dedicando su vida a rescatar perros, y con sus propios recursos, ha construido un refugio en Sesquilé, Cundinamarca, donde se acogen animales desvalidos que no encontraron un hogar, además, alimenta perros de la comarca, que aunque tienen un hogar, carecen de comida diaria.

Casi siempre los héroes son anónimos y no esperan salir de ese rótulo, pero ya que en este país no hay plata sino es para bala, quiero referir los datos de este gran personaje que ha entendido el vínculo fraterno que tiene el hombre con los animales, específicamente con sus peludos.

Por si alguien quien comparta o lea esta pequeña nota, y quiera apoyar con dinero, comida o medicamentos, pueda hacerlo directamente con ellos.

Si usted, estimado lector, ha decidido comprar (no compre, mejor adopte) un perro o gato, le recomiendo que tenga en cuenta que debe dedicar como mínimo unos diez años de su vida para compartir con él, además, absténgase de hacerlo si es por un simple capricho de su hijo que mira comerciales de televisión donde salen perfectos cachorros de raza simulando un peluche.

Usted, como padre o madre de familia, debe poner por delante que es una vida la que está en juego; que un cachorro crecerá eventualmente y tal vez ya no sea tan agradable para los habitantes de la casa. Por eso lo invito muy comedidamente a pensar muy bien ya que de eso dependerá que otro animal sea abandonado en la fría calle de la ciudad.

Pulzo

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