“Están cayendo árboles de más de
600 años, de 35 metros de alto y dos metros de diámetro, especies
fantásticas, para hacer pastos que tienen una vida útil de, máximo, diez años.
En seguida incendias, cultivas en los suelos, que son fértiles por poco tiempo,
y debes seguir tumbando. Con la Amazonia destruida se corta el ciclo del agua,
y sin lluvias no hay agricultura, ni comida, nada”.
Las palabras con las que Marina
Silva, ex ministra de Ambiente de Brasil, explicó la situación del Amazonas,
resumen lo que está sucediendo en esa región. Las quemas que fueron
tendencia en redes sociales hace un par de semanas son el reflejo de una grave
e imparable situación que también se repite en otros países.
“La deforestación en el resto de países amazónicos como Colombia o
Perú también es grave, pero queda opacado. Esto confirma que la falta de
compromiso es una cuestión tanto de derecha como de izquierda”, advirtió
entonces la ecologista y política.
Pero, después de este mes, ¿cuál es en realidad la cantidad de
bosque afectado? El Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) ya
tiene una respuesta esa pregunta. Tal y como informó la organización
Greenpeace, de acuerdo con los registros del INPE, en agosto se tumbaron 2,5
millones de hectáreas de árboles en la Amazonia.
Según los cálculos de esta organización, eso equivale a un área
similar a 21 veces Bogotá o a la de los departamentos de Boyacá y Quindío.
“Las cifras confirman la magnitud de la catástrofe. Mientras que
las versiones periodísticas hablaban de 700 mil hectáreas, las cifras oficiales
las triplican”, dijo Hernán Giardini, coordinador de la campaña de Bosques de
Greenpeace Andino.
Pero pese a los esfuerzos y los llamados de atención de la
comunidad internacional, las llamas continúan. Como advierte Greenpeace en un
comunicado, el 3 de septiembre fueron detectados 385 focos de incendio en la
Selva Amazónica. En agosto esa cifra fue de 30.900 focos, casi el triple de los
que hubo el mismo mes en 2018. Es decir, hubo un incremento de 196%.