Catorce años como preparador físico de reinas y modelos le abrieron los ojos al entrenador personalizado Camilo Peña sobre una problemática que, si bien ha existido desde el mismo nacimiento de la cultura fitness –con la fiebre de los aeróbicos, el culto al cuerpo y el surgimiento de las clases grupales a finales de 1980–, ha tomado fuerza en los últimos años: la intimidación en el gimnasio.
Difundido a
través de redes sociales como gymtimidation (fusión de gym e intimidation, o
gimnasio e intimidación en inglés), el fenómeno no solamente lleva a que muchas
personas abandonen un proceso de compromiso con su salud; de hecho, muchos van
a un gimnasio no solo por lograr un objetivo físico, sino por indicación
médica.
“Para muchas
personas, el simple hecho de pensar en que tienen que hacer ejercicios
realmente duros o en la pena de no saber cómo utilizar las máquinas o hacer
correctamente los ejercicios, puede ser decisivo a la hora de desistir en sus
objetivos de adquirir un estilo de vida más saludable. También evidencié,
durante muchos años, temas de racismo, tanto con mujeres negras que eran
discriminadas violentamente en los gimnasios por su color de piel y con mujeres
obesas”, relata Peña, quien, a pesar de haber trabajado en gimnasios
personalizados, asegura que la intimidación no se escapa en estos formatos de
entrenamiento boutique.
Los pequeños
machismos se fortalecen en estos escenarios
Mientras el
llamado mansplaining (acción de explicar o imponer la opinión o el conocimiento
personal sin tener en cuenta que el otro sabe igual o más sobre el tema) se
evidencia cuando los hombres asumen que una mujer, por su género, no sabe usar
una máquina o hacer un ejercicio propio de “fierreros”, o cuando se hacen
comentarios que privilegian a los entrenadores hombres versus las capacidades
de una preparadora femenina.
Por su
parte, el manspreading (alusión a la manera de sentarse de algunos hombres, con
las piernas abiertas invadiendo los espacios adyacentes) se visibiliza en los
que se apropian de las máquinas y los escenarios tradicionalmente masculinos,
como las clases de boxeo en donde las patadas y puños vuelan sin contemplación.
Pese a que
la intimidación por el atractivo físico desde los hombres hacia las mujeres
(incluyendo no solo a los demás usuarios sino también a los mismos entrenadores
y profesores) ya se había normalizado, e inclusive las miradas lascivas y los
comentarios inapropiados eran asumidos como “morbosos”, el fenómeno parece
haberse salido de control, y hoy la intimidación en los gimnasios ha
trascendido la dimensión sexual.
De acuerdo
con la médica psiquiatra Jimena Mayorga, “las mujeres estamos sujetas, en todos
los escenarios, a la intimidación de tipo sexual. En los gimnasios tiene que
ver más con cómo debe ser nuestro cuerpo o cómo debemos lograr cierto tipo de
figura. Nos dicen: ‘tienes que lograr estos rendimientos, números, cargas y
repeticiones’, que se convierten en intimidación”.
La también
especialista en terapia familiar sistémica de la Universidad Autónoma de
Barcelona explica que la gymtimidation también se da en términos de interacción
social: “Cuánto ‘levantas’ en el gym –y no me refiero a cargas sino a
‘levantes’ o admiradores– y cómo es tu vida social, son otros temas importantes
para sentirse parte de, para encajar en estos entornos”.
De ahí que
la forma y el tamaño del cuerpo, el color de la piel y el vestuario se han
convertido en los nuevos yugos.
Inclusive, y
a pesar de haber servido de aduana de este tipo de comportamientos, el entorno
digital ha mostrado la contracara de su función al crear y popularizar ciertos
estereotipos en torno a la vida saludable y que, estos días, les pasan cuenta
de cobro a quienes se unieron a las etiquetas #healthystyle y #fitness.
“Se intimida
a quien no cumple las exigencias impuestas por el estilo de vida saludable
(quien no sigue una alimentación con ciertas características o quien no tiene
ciertos pasatiempos). Y aunque el ejercicio o la actividad física está
prescrita en personas con sobrepeso, está mal visto que una persona con
sobrepeso tenga ropa de ejercicio y vaya al gimnasio; es un tema paradójico”,
añade Mayorga.
Cómo hacerle
frente a la intimidación
Gimnasios
femeninos. Debido a lo que presenció durante años, el entrenador Camilo Peña
diseñó centros de acondicionamiento boutique, pensados especialmente para las
mujeres; en ellos pueden entrenar sin ser juzgadas por su condición, edad,
contextura, estatura o vestuario. “Ellas son muy comprometidas a la hora de
entrenar; necesitaban espacios donde sus metas no se vean truncadas por
comportamientos intimidantes de terceros”, asegura el entrenador.
Identifíquela.
La psiquiatra Jimena Mayorga es enfática en reconocer tipos de intimidación que
se han aceptado socialmente en los entornos deportivos. “Cuando se piden fotos,
resultados, tomarte las medidas, ver cuánto te has marcado, ver si la cola está
levantada, ese tipo de ‘pruebas’ son intimidación”.
Incomodidad.
Saber si un piropo raya en el mal gusto es simple; si siente vulnerada su
intimidad, su espacio físico, sus intereses, su seguridad y su salud, esas son
señales de alarma para poner límites.
Sanción
social. Si a pesar de poner los límites estos no son respetados, es hora de
denunciar con sus compañeros de rutina y con el personal administrativo y de
seguridad del gimnasio. “Hay que tener muy presente que la intensidad de los
acercamientos y comentarios se dan en vivo y también en entornos digitales”,
puntualiza Mayorga.
Fuente: EL
TIEMPO