Un poste que está atravesado sobre lo que será la
ciclovía del intercambiador vial de la avenida La Toma, causó polémica en redes
sociales. La comunidad opita recordó la anécdota de la ‘Aplanadora Opita’, y
dicen que en Neiva obra que se respete para bien o para mal deja una anécdota.
No habían quitado todavía las estopas que cubren la obra del
intercambiador vial de la carrera 16 con avenida La Toma, cuando ya la
ciudadanía estaba vigilante y mirando cómo quedó el puente que le dará
movilidad a la zona oriental de Neiva y que hace parte del Sistema Estratégico
de Transporte Público, Setp, la sorpresa fue que la comunidad descubrió que en
todo el centro de la calzada por donde está la ciclovía quedó un poste anclado.
Nadie podía creer que una de las obras más representativas de la ciudad
de Neiva, y que el alcalde Rodrigo Lara Sánchez hace pocos días anunció que la
entregarán el próximo 19 de diciembre fuera a quedar con un poste “sembrado” en
la mitad.
La polémica se armó y la gente empezó a buscar culpables. Al primero que
quisieron crucificar fue al contratista, en segunda instancia al gerente del
Setp, Josué Benavidez y a la Administración Municipal.
Los más veteranos recordaron la anécdota de ‘La Aplanadora Opita’,
parodiando lo que pasó en Neiva hace unos 60 años cuando se construyó el
estadio de baloncesto ‘Urdaneta Arbeláez’. Cuando por un descuido, los
ingenieros supuestamente tuvieron que enterrar en medio de la obra una
aplanadora que se olvidaron sacar antes de encerrar el estadio y colocar las puertas.
“Lo que pasó ahí fue que los ingenieros encargados de la obra se
pusieron trabaje y trabaje y se les olvidó la máquina, era una aplanadora
amarilla que habían conseguido para asentar la parte donde quedó la cancha. Con
el tiempo empezaron a pegar ladrillos y a fundir las graderías, y la maquina
permanecía ahí parada, la movían de un lado para otro. Don Chucho, un vecino
mío que les vendía limonada y pasteles a los trabajadores de la obra, antes de
morir me contó que cuando terminaron de asentar la tierra la pusieron a un lado
y no se la llevaron porque la necesitaban para terminar una parte de la cancha,
que era en asfalto”, narró José Sánchez, habitante del barrio El Estadio.
“Pero el problema se armó fue cuando ya estaban terminando el estadio,
no sabían dónde colocarla porque ya no la necesitaban y les estaba estorbando.
Lo que me alcanzó de decir Chucho fue que él iba todos los días por la mañana y
por la tarde a venderles limonada y pasteles a los obreros, pero un día llegó
de mañanita y la aplanadora ya no estaba, él pregunto qué la habían hecho y
nadie le respondió, por mamarle gallo le dijeron que la habían enterrado, pero
al fin no se supo qué fue lo que pasó”, comentó en medio de risas don José.