El líder del régimen
venezolano aseguró que el grano lo sacan de su país.
El líder del régimen venezolano, Nicolás Maduro, se aseguró que el café venezolano se lo
llevan a Colombia, desconociendo que justamente Colombia es potencia en
exportación del grano.
"Se llevan el café de aquí, el café venezolano
se lo llevan, se van con grupos paramilitares colombianos, amenazan a
los productores, todo eso lo estamos por ahí investigando, pero los hemos
detectado y se llevan el café de aquí a Colombia", aseguró Maduro. “Hay que evitar que nos roben las mafias
paramilitares de Colombia y luego esta producción del mejor café
del mundo llegue al pueblo. Esas son las metas, poco a poco vamos lejos”,
agregó Maduro desde la Almacenadora Caracas, en Catia, donde encabezó una
jornada de gobierno.
El líder del régimen
también manifestó sus intenciones de
incrementar la exportación de cacao y producción de chocolate.
"Necesitamos procesar el cacao en Venezuela y convertirnos en exportadores
del mejor chocolate del mundo, es el otro paso pasar de la exportación del
cacao a la exportación del mejor chocolate del mundo", agregó.
Alimentos en Venezuela
Al margen de sus
declaraciones, en la capital venezolana miles de personas pasan horas en colas bajo el sol para
conseguir algún alimento a precio subsidiado o un lugar en las
escasas unidades de transporte público. Aunque no lo parezca, los habitantes de
Caracas son unos afortunados: cuentan con gasolina y energía.
Solo en esta área, en la que hacen vida unos seis millones de ciudadanos, el servicio eléctrico no es interrumpido a
diario, como ocurre en todo el país desde hace dos meses, y la mayoría de las
gasolineras operan sin contratiempos. Nada que ver con la escasez de
combustible que afecta a millones en el interior de Venezuela.
Aunque el mote de burbuja que atribuyen los venezolanos a Caracas no es
nuevo, el torbellino de la crisis
nacional que se llevó a su paso la estabilidad de los servicios públicos ha
hecho que los más de 20 millones de habitantes de los otros 23 estados del país
miren con enfado y cierta envidia a los caraqueños.
Mientras en regiones
como Zulia y Táchira (oeste, ambas limítrofes con Colombia) se registran
apagones diarios que pueden durar hasta 20 horas, en Caracas no falla la luz
desde que el Gobierno dio por superada una crisis eléctrica en marzo, y aplicó
un racionamiento nacional de energía del que exceptuó a la capital.
El mismo juego
comparativo aplica para el suministro de combustible, que dejó de ser constante o suficiente en
al menos la mitad de Venezuela donde millones de ciudadanos se ven
obligados a esperar durante horas y, a veces más de un día, a las afueras de
gasolineras para recargar sus vehículos.
La suerte y la
desdicha de unos frente a otros se repite en el acceso al agua potable que
aunque no es frecuente para los capitalinos, la mayoría de ellos no tiene que
recorrer distancias, cazar tuberías rotas o esperar que llueva para poder
bañarse o llenar unos bidones.
Así, la lista de cosas
parece interminable, pues con los apagones diarios en el interior de Venezuela
se va, además de la luz, las telecomunicaciones y todo lo que ello implica,
como el cierre de entidades bancarias, de escuelas, centros comerciales; la
paralización de actividades.
Bajo esa premisa, un venezolano que decida sumarse a una
cola a las afueras de una gasolinera puede pasar 10 horas esperando y,
cuando finalmente sea su turno de llenar el tanque de su vehículo, es probable
que falle la energía y todo el esfuerzo sea en vano porque se apagará la
expendedora de combustible.
En cambio, un
residente de Caracas necesitará menos de cinco minutos para asegurar la
movilidad de su automóvil y, si es de la minoría que devenga un salario por
encima de 100 dólares mensuales, en las siguientes horas podrá comer en un
restaurante o ir al cine; trivialidades que con los apagones han ido
desapareciendo en el resto del país.
Pero los capitalinos están lejos de ver el vaso medio lleno. Con pesar se forman en colas a las afueras de
los bancos para retirar el límite diario de uno o dos dólares que les permita
pagar luego el pasaje en uno de los pocos autobuses que quedan operativos, al
que podrán acceder después de otro rato de espera. Se quejan de esta situación,
aún cuando saben que en el resto de Venezuela la vida es mucho más dura.
"(Zulia) es feo, el pasaje está más caro", dice a Efe la joven
Génesis Mendoza mientras espera junto a más de un centenar de personas en el
centro de Caracas por un transporte que la lleve hasta su casa.
La trabajadora de 20
años asegura que todos los servicios están en crisis y lamenta que Caracas no escapa de ello. "Esto ya no es igual,
antes era mejor, ahora hay más desorden", agrega. Al igual que ella, otros
tantos cuentan sus problemas como si se tratara de los peores y hablan de
Caracas como quien vive un infierno en el paraíso que supone esta ciudad para
los venezolanos menos afortunados geográficamente.
Con todo, el Ejecutivo
de Nicolás Maduro, que es el único administrador de la gasolina, la
electricidad y el agua potable, ha responsabilizado a la oposición y a
gobiernos extranjeros por todos estos problemas.