Sus
obras pictóricas han sido reconocidas, exhibidas y apreciadas en diferentes
espacios.
Verlo
pintar es sentirlo cantar, siente el color cómo siente sus canciones y se
entona entre los tonos claros, oscuros y se afina entre los pasteles y las
intensidades de los amarillos y los violetas, para volver increíblemente al
regocijo de la euritmia pictórica que reposa en los colores tierra, es decir,
de un contralto cae en un susurro similar a la lluvia deshilachada y tenue que
descuelga de los tejados de un fuerte aguacero. Y así van naciendo sus obras,
esos trabajos de tantos tamaños, técnicas, formas, pareceres e intenciones, de
tanto color, de tantas nostalgias llenas de horas y días cómo resúmenes
inimaginados de los estados emocionales, anímicos y humanos que atraviesan en
lo cotidiano el espíritu de este pintor de canciones.
Sus
temáticas y obras se parecen a él, porque son andariegas, alegres, coloridas,
recurrentes, abstractas como su silencio cuando algo no le gusta, pero también
bonachonas y sensibles.
Esas obras más que pinturas son evocaciones, van encontrando sentido en pueblos y ciudades enmarcadas en el urbanismo abstracto o impresionista, difuminadas en una amalgama de colores que escasamente sostienen en la penumbra o en la perspectiva de sus formas y arquitecturas desvencijadas por el paso del tiempo.