Ocho años se cumplen ya del asesinato del líder
juvenil y estudiantil Enrique Diego Perez Perez, indignación entre sus
familiares y amigos por la absoluta impunidad que reina en el caso.
El día en que lo iban a matar Diego, salió de su
casa a tempranas horas de la mañana, vivía en la vereda Betania distante 45
minutos del casco urbano de Pitalito, según su hermano mayor, ese día andaba en
su motocicleta, jeans, converse y su morral al hombro. Como siempre sonriente y
optimista, alegrando la vida de sus padres y hermanos quienes lo consideraban
la esperanza de una familia tocada por la fatalidad 10 años atrás, cuando
ladrones intentaron atracar el negocio del padre, disparándole a quemarropa y
dejándolo reducido a una silla de ruedas.
Diego soñaba sobresalir, quería llegar a los más
altos niveles del liderazgo, no por obtener fama o fortuna, su único objetivo
era poder llevar a su padre a un hospital de Cuba, Estados Unidos o Canadá,
para que fuera intervenido y por fin pudiera volver a caminar.
Un
líder innato
Empezó ejerciendo el liderazgo en la parroquia de
su vereda, luego sobresalió en su colegio, se lanzo como presidente al Consejo
Municipal de Juventud, siendo hoy recordado como el único que avanzó y logro
acciones importantes en toda la historia del órgano consultivo, ejercicio que
nunca abandono pues aun cuando ya no hacia parte de ella, lideraba gran parte
de sus actividades y sin temor exigía el cumplimiento de los derechos de tantos
jóvenes que en Pitalito no tienen oportunidades. Ingreso a la Universidad
Nacional Abierta y a Distancia UNAD, donde en cuarto semestre logro ocupar el
máximo puesto al que puede aspirar un estudiante de la Institución por elección
popular a nivel nacional: el de “representante de los estudiantes a nivel país
ante el concejo superior universitario”.
Al mismo tiempo se destacaba como lider del nodo sur del Observatorio
Surcolombiano de Derechos Humanos, denunciando a victimarios y acompañando a
las tantas víctimas de las tantas violaciones a los Derechos Humanos que a
diario se registran en esta zona del país.
Diego viajo por toda Colombia, y con
la uñas, logro entrevistarse con figuras importantes a nivel nacional, nunca
pidió nada para sí mismo, Diego siempre pensaba en las necesidades de los
demás. Le ofendían la corrupción y la mentira, Diego era de esos pocos y
extraños seres humanos que en este planeta podrían calificarse como
“incorruptibles”. Había hablado de corrupción dentro de su Universidad y aunque
se le veía pensativo nunca compartió sobre el tema con ninguno de sus
allegados, pero el sabia que ahí dentro de esa institución que muchos
subestiman, se cocinaba algo gordo, detrás de un rector Nacional que busca
perpetuarse y detrás de funcionarios, representantes y directivos que compartían
la torta de una de las instituciones que aunque nadie lo crea, es de las que más
recursos recibe del estado a nivel Nacional, eso fue lo mucho que sus amigos y
familiares pudieron escuchar, Diego sabia , pero callaba para blindar a su
familia y amigos cercanos.
Ese 16
de marzo de 2009
Ese fatal día Diego cito a todos los aspirantes al
CMJ en Pitalito a una reunión en la Biblioteca Municipal, las elecciones estaba
próximas, y aunque nadie se lo pidió, aunque nadie le reconocería nunca su
tiempo, su trabajo y su esfuerzo, él sabía que no habría nadie mas quien
hiciera todo el proceso de
sensibilización y conformación, se reunió con los jóvenes toda la tarde,
los animo, los lleno de motivos para que no se rindieran ante la desidia y
desinterés de los gobiernos de turno.
Diego salió de la Alcaldía
cuando ya eran casi las seis de la tarde, se fue a su universidad a jugar un
partido de baloncesto, que le gustaba tanto, cuando termino ya caída la noche,
no reparo en irse para su casa en el campo, pues cuando estaba en Pitalito,
quería estar con su familia. Emprendió camino pasadas las 7 de la noche,
acompañado por una prima que se encontraba también en el casco urbano y que
tristemente hoy, excusada en el daño psicológico que le generaron los
hechos, no ha querido hablar
convirtiéndose en cómplice mas de un crimen atroz del que muchos Laboyanos, aún
no se reponen.
Se detuvieron en la
panadería del cruce de Santa Rosa, como siempre lo hacía. Según cuentas ahí ya lo estaban esperando,
alguien dio aviso a los asesinos que unos kilómetros más adelante aguardaban su
paso y 600 metros antes de llegar a abrazar a sus padres Diego, fue impactado
por 8 heridas de bala que de inmediato terminaron con su vida, con sus sueños,
con los de su familia.
Esta
Colombia que olvida la historia y tiende a repetirla una y otra vez…
Esa noche Diego padeció
de varios de los males que aquejan a nuestra sociedad, la indolencia cuando
nadie se atrevía a prestar un carro, un camión, lo que fuera para conducirlo a
la unidad de urgencias del Hospital y salvarle la vida, la crueldad de
desconocidos que además de impactarlo con armas de fuego, lo botaron en un
matorro a un lado de la oscura carretera y así se demorarían en encontrarlo, el
silencio complica e injusto de la única testigo del crimen, la
impotencia de no saber por qué y quien
quería callarlo para siempre, la indiferencia de los “lideres” de este municipio
que nunca se pronunciaron y la impunidad
que reina en la justicia Colombiana donde por plata todos callan y las
instituciones no avanzan cuando no es un rico al que asesinaron.
Nuevas
denuncias, sin respuesta.
Tiempo después, según
fuentes cercanas a la familia, en el canal institucional una mujer de
Antioquia, también líder de la UNAD, denuncio amenazas de muerte contra su
vida, y aseguro que sabia porque habían muerto Diego y otros varios estudiantes
de la reconocida institución Universitaria. Pero las investigaciones oficiales
no arrojan ningún resultado, se sabe que el investigador que inicio con el caso
a pocos días de la desaparición de Diego, fue repentinamente trasladado y que
desaparecieron con el todos los avances y las informaciones que hasta entonces
se habían conseguido.
Hoy cuando en pocos días
se cumplen 8 años de la desaparición de
Diego, nadie da razón, así como nadie puede imaginar el sufrimiento continuo de
una familia que perdió su ser más amado. El dolor de una madre que todos los
días siente como si volvieran a matar a su hijo, que no se repone de la perdida
y que no entiende , como ni porque?.
A modo
de reflexion
La muerte de Enrique
Diego Perez Perez fue una muerte que para muchos puede solamente haber entrado
a ampliar una de las tantas estadísticas de muerte violenta en este país
indolente, pero que sin duda no puede ser otra cosa que el doloroso reflejo de
un Nación corrupta que patrocina crímenes atroces con tal de mantener su doble
moral y de una justicia con retardo mental, demencia senil y miedo a la verdad
y a si misma, simplemente porque los del pueblo indiferentes cuando no nos toca
seguimos “callando”.
A Diego, paz en el
cielo, a los de aquí, hasta cuando?