Rubiela
Loaiza Rodríguez nació y creció en una finca ubicada en el municipio de
Valparaíso, en Caquetá. Desde muy niña se dedicó a los oficios del hogar y no
pudo ingresar a la escuela porque su padre no se lo permitió.
“Nos decía que
las hijas mujeres eran para que estuvieran en la casa”, relata.
Años más
tarde se casó, formó un hogar y después de tener seis hijos hizo otro intento
por aprender a leer, escribir y estudiar, pero su exesposo también se lo
impidió.
Cuando
inició la pandemia de coronavirus, Jairo, uno de sus hijos menores de edad fue
diagnosticado con leucemia y la única opción que tuvo fue trasladarse de
Pitalito, en Huila; a Bogotá para que recibiera el tratamiento.
Angustiada
por la enfermedad del menor, también batallaba para comprender lo que
formulaban los médicos en las historias clínicas, autorizaciones y demás
papeleo. No podía entender lo que decían los reportes que le entregaban a
diario sobre el estado de salud de su niño.
“Como yo no
entendía bien lo que decían las fórmulas, se me dificultaba todo”.
Junto a una
orientadora escolar del hospital dedicó hasta dos horas cada día para conocer
el abecedario y los números.
“Ella estaba
de ceros, pero tenía las ganas. El proceso fue igual como con un niño de
preescolar. Cuando tenía la oportunidad iba al aula, coloreaba”, indicó Lina
María Ramírez, orientadora del Instituto Nacional de Cancerología.
Rubiela
reconoce que a veces hacía mal las tareas porque confundía las letras, pero
recibió un reconocimiento especial por su dedicación mientras que Jairo se
encuentra en proceso de recuperación y esperan que antes del 24 de diciembre
sea dado de alta y puedan retornar a Pitalito.
Él sano de
la enfermedad y ella además tiene la satisfacción de haber logrado a sus 47
años a leer y escribir.
Fuente: NoticiasRCN.com